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Impresiones sobre el Euro
En estos últimos años hay muchos debates alrededor del Euro. Desde el 2008 hay desigualdad dentro de la zona Euro. Para algunos economistas los problemas del Euro vienen de la inexistencia de una verdadera Unión Presupuestaria (escrito con mayúsculas para que tenga la misma relevancia institucional que la Unión europea), que permitiría una transferencia automática de fondos.
Pero sin llegar a esa exageración (lo llamo así porque sería exagerado poner una especie de barra libre, y de todas formas Alemania se opone, ya que no se puede asegurar el compromiso de cada uno de los Estados miembros) basta con ver el comportamiento cultural de justificación del mal uso del dinero de parte de algún miembro de la realeza, cuya denuncia se traduce por una acusación de ser antimonárquico, o anticonstitucional. Eso, pedir cuentas al Rey por sus gastos, en España está mal visto.
Sin embargo, el Parlamento plantea desde el 2016, que los países en superávit presupuestario inviertan en los demás países, no solo como acto de solidaridad, sino para seguir teniendo a «compradores» sin que esos tengan que endeudarse para comprar.
En el 2018, se aprobó una herramienta que podría ser el primer paso a la Unión Presupuestaria. Pero seguimos muy lejos de ello. Falta una cierta madurez presupuestaria, un cierto civismo nacional, que los españoles, por ejemplo, no tienen. Rechazan las subidas de impuestos, por ejemplo, pero suelen cerrar los ojos sobre los despilfarros de algunos de sus dirigentes (como, por ejemplo, el Rey Juan Carlos I), y con algunos empresarios, que suelen acallarlos obsequiando algunas migas, a través de donaciones poco relevantes en relación con sus posibilidades fiscales.
La consecuencia es, por ejemplo, la necesidad de reajustes. Pero sería peligroso entrar en la espiral de austeridad de hace algunos años, que dañó bastante la imagen de la UE.
No podemos olvidar lo siguiente: El Euro es nuestra moneda. Su existencia y su supervivencia dependen del compromiso, no solo de los políticos hacia una reducción de las deudas soberanas, sino también de los ciudadanos europeos, que deberían dejar tener una mentalidad laxista hacia los que, por sus contribuciones, no muestran su verdadero compromiso hacia una moneda fuerte.
El Euro estará a salvo cuando todos, y digo todos, tengamos claro que una moneda fuerte conlleva, más ingresos/impuestos, menos gastos innecesarios, y justicia fiscal efectiva. De hecho, curiosamente, esas tres variables son parte de las más importantes en una sociedad de bienestar.